Se terminó el Carnaval y hoy empieza la Cuaresma para los cristianos. Es tiempo de reflexión, sin embargo tendemos a pensar que la vida es corta y que es mejor disfrutarla sin hacernos demasiadas preguntas. Hoy también es el 'cumplemés' de este blog que tiene sólo dos meses de vida y para celebrarlo, además de invitar a un café a los lectores que pasen por aquí, propongo una pequeña pausa para buscar el por qué de algunas cosas que me rondan por la cabeza desde hace días.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI haya todavía tantas personas que mueren de hambre en el mundo? ¿Por qué tenemos períodicamente crisis alimentarias si hemos triplicado la producción de alimentos, mientras que la población se ha sólo duplicado? ¿Por qué los precios de los alimentos básicos aumentan constantemente?
Personalmente comparto la opinión de los que piensan que las crisis alimentarias son la consecuencia directa de varias décadas de globalización neoliberal que ha transformado los alimentos en simple mercancía para la especulación.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI haya todavía tantas personas que mueren de hambre en el mundo? ¿Por qué tenemos períodicamente crisis alimentarias si hemos triplicado la producción de alimentos, mientras que la población se ha sólo duplicado? ¿Por qué los precios de los alimentos básicos aumentan constantemente?
Personalmente comparto la opinión de los que piensan que las crisis alimentarias son la consecuencia directa de varias décadas de globalización neoliberal que ha transformado los alimentos en simple mercancía para la especulación.
Producimos suficiente cantidad de alimentos para alimentar a todo el planeta, pero no los hacemos llegar a quienes los necesitan. Consumimos menos de la mitad de la producción mundial de granos, pero preferimos alimentar el ganado o producir biocombustibles para nuestros coches antes que alimentar a millones de seres humanos que pasan hambre.
Los defensores de las actuales políticas alimentarias argumentan una serie de explicaciones para justificar esta situación, como la sequía, la creciente erosión del suelo fértil, el aumento de la demanda de alimentos de países como China e India, el creciente aumento de cultivos y tierras que se dedican a la producción masiva de agrocombustibles, pero evitan enumerar otros factores que han contribuido a que tengamos crisis alimentarias permanentes. Veamos algunos de ellos:
1. Si nos remontamos a la década de los '60 y al modelo agrícola de la llamada Revolución Verde, observamos que con la mecanización del sistema productivo, el desarrollo de nuevas semillas modificadas y el uso a gran escala de fertilizantes y pesticidas, aumentaron vertiginosamente los rendimientos obtenidos en la producción agrícola.
Se suponía que los transgénicos salvarían a los millones de desnutridos del mundo. Pero no fue así y como contrapartida, los campesinos tuvieron que pagar un alto precio, convertirse en sujetos pasivos, dependientes de las multinacionales que controlaban y controlan estos bienes (maquinaria, semillas, fertilizantes y pesticidas). Paralelamente, empezó el proceso de degradación de los suelos agrícolas y de los recursos naturales como el agua y la biodiversidad.
2. A mediados de la década de los '90, la OMC (Organización Mundial del Comercio) decidió cambiar los aranceles y otros instrumentos que los países en desarrollo tenían para poder proteger sus producciones agrícolas locales, obligándoles de esta forma a dedicar sus tierras fértiles para la producción de alimentos destinados a la exportación, abasteciendo nuestros supermercados y descuidando el mercado local. Como resultado de todo esto, la mayoría de los países en desarrollo son ahora importadores netos de alimentos y paradójicamente, millones de campesinos pasan hambre en el mundo.
3. Las grandes cadenas comerciales, la llamada Gran Distribución, controlan no sólo la comercialización sino también la producción agrícola mundial. Deciden QUÉ se cultiva, DÓNDE, con qué características, QUÉ precio se paga al productor y A QUÉ precio se debe vender, obteniendo de este modo enormes beneficios en el gran negocio de matar de hambre.* Un claro ejemplo de este control lo vemos en las dificultades económicas de los productores de café (Véase Oro negro) que reciben una miseria por sus preciados granos, mientras los grandes distribuidores se enriquecen vergonzosamente.
4. Otro factor importante es el creciente interés de la lucrativa industria dietética en Europa y Estados Unidos sobre algunos cereales ancestrales como el Teff, gramínea que se cultiva desde hace más de 5.500 años en Etiopía o la Quínoa, alimento básico de los habitantes de los Andes desde hace más de 7.000 años, por poner dos ejemplos.
Son considerados alimentos mágicos o milagrosos por los occidentales porque ayudan a perder peso,(el número de obesos en Occidente se ha duplicado en las tres últimas décadas), reducir el colesterol o no contienen gluten como en el caso del teff. La creciente demanda mundial de estos cereales, que en algunos casos supera su producción, provoca la hiperinflación de los precios en el mercado local, llegando a modificar las dietas tradicionales de estos pueblos milenarios que se ven obligados a sustituir estos granos por otros cereales que anteriormente no consumían. Un claro ejemplo lo tenemos en Bolivia, el mayor productor de quínoa del mundo, que no da abasto con la exportación de este cereal. Actualmente sólo el 10% se destina al consumo interno, enviando el 90% a la exportación **
Las multinacionales descubrieron hace tiempo que era un buen negocio patentar estas joyas milenarias, por lo que los agricultores ahora tienen que pagar cada día más por unas semillas que antes se intercambiaban entre ellos.
Y nosotros los consumidores, ¿qué podemos hacer para revertir esta espiral perversa e inmoral? ¿Qué alternativas tenemos para romper este círculo infernal que destruye el planeta y a las personas que lo habitamos?
En primer lugar, creo que es nuestro deber convertirnos en consumidores críticos, responsables y bien informados. Hay que intentar recuperar el consumo local eligiendo los productos frescos de temporada, comprándolos preferiblemente en pequeños comercios o en cooperativas de consumo responsable. Apoyar la agroecología comprando alimentos de producción ecológica, pero no en los supermercados para que no sigan ejerciendo su supremacía sobre los pequeños campesinos.
Y cuando busquemos alimentos de importación como el café, té, cacao, azúcar, antiguos cereales, exóticas especies..., tratemos de comprarlos en las tiendas de Comercio Justo, porque así contribuiremos a que los pequeños productores de los países en desarrollo obtengan un precio digno por sus productos y reduciremos al máximo los intermediarios.
Estas son sólo algunas alternativas de las muchas que hay para intentar acabar con el poder de la industria agroalimentaria, que especula y no alimenta.***
Una alternativa ecológica y que además ayuda a crear una mayor biodiversidad, es la de cultivar una parte de nuestros alimentos en pequeños huertos urbanos, privados o comunitarios e incluso en macetas o mesas de cultivo en nuestros balcones o terrazas. Puede ser una actividad muy satisfactoria y enriquecedora, que nos permitirá entender mejor la Naturaleza, respetarla y revalorizar la agricultura.
Son pequeños cambios, pero millones de seres humanos pueden beneficiarse si cada uno de nosotros pone su granito de arena. Espero que el mio sirva para despertar la curiosidad y la indignación de alguien más, que como yo, tenga ganas de cambiar la situación actual.
*** Revista Soberanía Alimentaria)
- Asfixia en el supermercado. febrero 2013.
- Entrevista a Henk Hobbelink, ingeniero agrónomo y premio Nobel alternativo de agroecología, enero 2013
- http://www.planetahuerto.es